Amo la sopa porque es rica, porque es divertida, porque sazona las lágrimas, porque me recuerda a mi madre. Me hace sentir que todo va a estar bien. Es muy agradable sentir su vapor en el rostro y su caldo bajando por la garganta. Juguetear con la pasta, las verduras o los trozos de carne. Sorber el plato cuando nadie me está viendo. Y al final usar la cuchara como espejo. Porque ese es el único reflejo que importa.
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