Amamos nuestra cama hasta que nos enfermamos o nos hacemos
viejos. Entonces la odiamos. Entonces extrañamos el cansancio. Entonces
quisiéramos madrugar, salir, sentir el viento frío, la lluvia, el estrés de la escuela o el
trabajo. Odiarás tu cama. Odiarás tu cuerpo en la cama. Odiarás tu alma en un
cuerpo en una cama. Así que no la extrañes tanto. No rompas el despertador. Levántate, por el amor de Dios. Y disfrútalo.
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