29.9.12

Y nada más que la verdad


Vuelvo al tema de la verdad. Es un tema sobre el cual converso a menudo conmigo misma. Me pregunto la hora, me saco plática, me invito una copa, me hago preguntas triviales del tipo "¿Y a ti te gusta la carne bien cocida o medio cruda?" "¿Ya escuchaste el nuevo álbum de Guillermo de Poitiers?"  "¿Qué opinas de la guerra de las Malvinas?" Pero al final siempre termino filosofando sobre profundos tópicos que no con poca frecuencia me dejan tirada en la calle en estado febril, esto debido a la resaca del pensamiento, también conocida como la cruda de los dilemas morales.

Un ateo en un juicio de vida o muerte pone su mano sobre la biblia y jura en voz alta que no dirá nada más que la verdad. Esto, desde luego, no significa nada para él. Le hacen cierta pregunta y sabe que de su respuesta depende su libertad y acaso su vida, su futuro, su lugar en este mundo. Pero no está para análisis. Una serie de traiciones y mentiras lo han llevado injustamente frente al tribunal de la Inquisición. ¿Qué podría inventar de último momento para salvarse? Está harto de inventos y de leches. Dice la verdad y nada más que la verdad. Es encerrado pero es libre.

Este pequeño cortometraje mental (evité entrar en detalles para no desviarme, pero el juez era un monstruo verde de dos cabezas girando perpetuamente) no debe tomarse como un ejemplo demasiado literal. No es una defensa fanática de la verdad. Uno no puede (ni debe) decir la verdad siempre, porque podría herir innecesariamente a alguien, perder su trabajo o morir como un idiota. Tan solo es una metáfora de aquella famosa enseñanza cristiana pero sin la fe: "La verdad os hará libres". Porque sí, yo creo que la verdad te hace libre.

Se tiene la tonta idea de que si dices la verdad te van a palmear el hombro y todo será felicidad y amor. Entonces suele suceder que el fulano que cree eso dice un día la verdad respecto a algo y se encuentra con algún reclamo o decepción, ninguna palmadita en el hombro. Y como es un genio de primera este fulano, concluye que la verdad no sirve para nada, que está sobrevalorada, que hay que mentir siempre. Justo como los Leonardos da Vincis que se comportan como una mierda con todo el mundo porque una vez fueron amables con alguien y les respondieron con una grosería.

Uno no dice la verdad para que lo feliciten o lo quieran. Eso es como esperar que te den un premio por tirar la basura en su lugar o no atropellar a alguien. Uno dice la verdad porque es la verdad y punto. Tal vez si dices mentiras podría irte mejor y podrías recibir las palmaditas en el hombro que tanto quieres, pero son mentiras, mentiras al fin y al cabo, y punto. La verdad puede doler.

Sobra decir que no estoy hablando de las mentiras del arte, la imaginación, la ficción y todo eso. Tampoco hablo de LA verdad sobre cuestiones en las que no hay UNA verdad. Hablo de la vida, de los hechos, de lo tangible, de lo que eres, de aceptar que hiciste o sientes algo. Hablo de esas verdades y de esas mentiras. 

Creo que es muy importante ser honesto con uno mismo. La gente que miente sin cesar y además se cree sus propias mentiras es gente que ya no sabe ni quién es y me da muchísima tristeza y lástima. Yo no pienso en la verdad como un "valor único" a la Televisa, sino como la tierra que hay bajo nuestros pies. ¡¿Qué sería de nosotros sin la tierra bajo nuestros pies?! Está ahí y no puedes evitar que esté ahí. Puedes ignorarla u olvidarla, pero tarde o temprano caerás de bruces y entonces sí que no podrás ignorarla. 

Nick Hornby lo dice mejor que yo:


“We all spend so much time not saying what we want, because we know we can't have it. And because it sounds ungracious, or ungrateful, or disloyal, or childish, or banal. Or because we're so desperate to pretend that things are OK, really, that confessing to ourselves they're not looks like a bad move. Go on, say what you want. ... Whatever it is, say it to yourself. The truth will set you free. Either that or it'll get you a punch in the nose. Surviving in whatever life you're living means lying, and lying corrodes the soul, so take a break from the lies for just one minute.”


En mi caso soy mi propio confesionario; cada cierto tiempo me siento un rato conmigo y me digo "Bien, es hora de sincerarnos sobre algunas cosas". A veces duele o tengo que reconocer que siento o me pasa algo que es vergonzoso o no me conviene. Por ejemplo, cuando acepto que tengo miedo o celos o que quiero mucho a alguien que creí que ya no me importaba. Pero al final siempre es lo mejor. Es lo que te hace legal. Es algo que te hace libre y te hace tú y nadie te puede quitar. No hay nada que puedas hacer para que los demás sean sinceros contigo o sean sinceros en general. Nada. El mundo está lleno de mentirosos y no puedes remediarlo. Lo único que puedes hacer es sentir la tierra bajo tus pies y caminar.

4 comentarios:

  1. Me ha encantado el "pequeño cortometraje mental", me ha parecido muy bonito. Me gusta venir por tu blog, a lo mejor suena estúpido, pero me hace sentir bien.
    Gracias por seguir escribiendo.

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